domingo, 24 de noviembre de 2019

Mi casi tío: El Charro Negro


No sé ustedes, pero yo lo recuerdo muy bien, alto y delgado, sonriéndole al mundo y coqueteándole a la vida. Nunca me cansé de mirarlo, admiraba la manera en que se rasuraba, ¿Cómo era posible que no se cortara?, la navaja era fina y el pulso debió haber sido muy bueno, lo miraba todos los días leer el periódico y hacer ejercicio, aunque he de confesar que no me gustaba verlo cuando tenía mucho trabajo, menos escuchar su voz llamándome para que le ayudara, eso sí que era terror para mi. Recuerdo que algunas veces llegaba a la casa en estado inconveniente y siempre con un amigo, así que, ya se imaginarán, desfilaron por nuestra casa muchos amigos, casi hermanos de mi padre, o sea, casi mis tíos, de los cuales no guardo mayor detalle, excepto de uno.
Una noche de noviembre llegó a la casa acompañado por un hombre misterioso, vestido de negro, cubierto por un gabán y un sombrero que no dejaba ver su cara, estuvieron un buen rato platicando y cantando, ¡cómo nos divertía escuchar la hazaña del león!,  ¿o era trigre?, en fin, ahí estábamos todos los hermanos embelesados con la escena, —¡qué amigo tan enigmático!, ¿de dónde vendrá?—, decíamos. La plática se prolongó y poco a poco se perdió el interés por la visita y, cuando me di cuenta, estaba yo sola, entretenida, mirando, escuchando atenta, confieso que siempre he sido muy curiosa.
Llegada la media noche parecía que el invitado se retiraba, se levantó y le dio un fuerte abrazo a mi padre, pero —¿Por qué caminan para allá, si la puerta está de este lado?—, —tal vez ya están dormidos y no se dan cuenta—, los seguí, iban directo al solar, abrazados, tambaleándose, —creo que ya se a qué van, esperaré a que regresen—. En ese instante escuché la voz de mi papá: —Oye canijo, ¡Hijo de la tiznada!, ¡espera!, ¡espera!, ¡déjame!, ¡ya chupó faros!, me acerqué cautelosamente para saber qué era lo que pasaba, justo en ese momento mi papá corría para la casa, —mejor que digan que aquí corrió, que aquí murió— murmuraba para esconder el terror que le invadía.
Alcancé a ver al amigo, casi  hermano de mi papá, montado en la barda que da a la calle Iturbide, la luz de la luna lo iluminaba, pude ver su cara, quiero decir su esquelético rostro, sin carne, vacío, pero no me dio tiempo de examinarlo, pues justo en ese momento sacó las manos huesudas que escondía bajo el gabán para llamar a una bella chica que transitaba por la calle oscura, ella se acercó de inmediato, parecía hipnotizada, él la tomó de la cintura y, no sé cómo, apareció un caballo, montaron en él y emprendieron el camino, perdiéndose en la oscuridad, solo los cascos del caballo retumbaban en el silencio de la noche. Sorprendida, me quedé muda e inmóvil, era el Charro Negro, aquél que tanto mentaban que se aparecía en nuestra casa y que yo no creía, ahora lo sabía, estuve tan cerca de él, mi papá lo trajo a la casa, bueno, tal vez vivía aquí y nunca se había dejado ver, era una total confusión, miedo y sorpresa. Ya no supe más, por la mañana, cuando desperté, miré alrededor, todo parecía tan normal que creí haber soñado con el Charro negro, sin embargo, desde entonces, no solo miraba a mi padre por su arreglo y sus costumbres, también lo miraba porque no comprendía cómo se hizo amigo del Charro Negro.



Escrito por Emma Ibáñez.

sábado, 23 de noviembre de 2019

Las brujas del cerro del Amolo




Hace mucho tiempo en una noche lluviosa en el pueblo de Juchitepec…
Se dice que en el cerro Amolo se aparecían dos brujas como a las 3 de la mañana.
Bajaban del cerro a asustar al pueblo y a buscar bebés llevárselas y chupar su deliciosa sangre.
Un soleado día de noviembre, una familia se preparó para ir de picnic al cerro del Amolo, llevaban a su bebé. Cuando llegaron al lugar elegido prepararon sus cosas de campaña para quedarse esa misma noche.
Como tenían dos hijas, un niño y una niña, ellos decidieron ir a jugar, después de un rato cayó el anochecer y la mamá les llamó para cenar, el niño vio una luz y no le dio importancia y siguió cenando, ellos se prepararon para dormir.
A las 3 de la madrugada escuchando ruidos extraños como risas y conversaciones en la casa de campaña de los niños.
Las brujas llegaron a la casa de campaña de los niños, pero no vieron al bebé, así fueron a la otra casa campaña y vieron al bebé y se lo llevaron y a la mañana siguiente el bebé ya no estaba con ellos.
Su mamá y papá desesperados buscaron por el cerro hasta que encontraron su bebé pálido y frío, sin una gota de sangre en todo su cuerpo, sus papás muy tristes decidieron nunca jamás ir al cerro y lloran por siempre la ausencia de su pequeño hijo. 

Escrito por Naydelin.

Leyenda del portal fantasma



Una vez un niño llamado Zarlo estaba jugando el videojuego de portal 2 en la penúltima misión de la primera parte. A Zarlo se le abrió un portal al juego al cual él curioso se metió y nunca volvió, deseando salir las máquinas lo atraparon desde adentro y lo hicieron prisionero.
Cada vez que un niño llega a ese nivel, Zarlo intenta salir por el portal que se abre, pero no puede porque es un alma virtual.
Desde entonces su familia lo busca sin darse a saber que su hijo está en el juego.

Por eso les digo que sean moderados con el tiempo del videojuego no los vaya a atrapar el portal. 

Autor: Oscar Alejandro.

domingo, 4 de agosto de 2019

El colibrí, leyenda maya



Leyenda de la cultura maya sobre el nacimiento del colibrí.
Para escuchar el podcast da clic: Leyenda del colibrí
El colibrí es uno de los pájaros más fascinantes: hermoso, ligero y con la capacidad de moverse sutil como una pluma. Pero… ¿conoces su historia?
Los mayas tienen una preciosa leyenda sobre el colibrí o picaflor. Para ellos, sus plumas eran mágicas. El colibrí era un pájaro con un cometido muy especial… ¿quieres saber cuál?: El colibrí como mensajero.
Los mayas más sabios cuentan que los Dioses crearon todas las cosas en la Tierra y al hacerlo, a cada animal, a cada árbol y a cada piedra le encargaron un trabajo. Pero cuando ya habían terminado, notaron que no había nadie encargado de llevar sus deseos y pensamiento de un lugar a otro.
Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una piedra de jade y con ella tallaron una flecha muy pequeña. Cuando estuvo lista, soplaron sobre ella y la pequeña flecha salió volando. Ya no era más una simple flecha, ahora tenía vida, los dioses habían creado al x ts’unuúm, es decir el colibrí.
Sus plumas eran tan frágiles y tan ligeras que el colibrí podía acercarse a las flores más delicadas sin mover un solo pétalo, sus plumas brillaban bajo el sol como gotas de lluvia y reflejaban todos los colores.
Entonces los hombres trataron de atrapar a esa hermosa ave para adornarse con sus plumas. Los dioses a vero, se enojaron y dijeron: “si alguien osa atrapar algún colibrí en una jaula, ni tampoco en la mano del hombre-.
Los dioses también le destinaron un trabajo: el colibrí tendría que llevar de aquí para allá los pensamientos de los hombres. De esta forma, dice la leyenda, que si ves un colibrí es que alguien te manda buenos deseos y amor.
Sus plumas eran tan frágiles y tan ligeras, que el colibrí

Narrada por Alejandro, Carlos y Fernando

La flor de cempasúchitl




Para oír el podcast da clic en: La flor de cempasúchitl,
La historia de Xóchitl y Huitzilin, dos jóvenes aztecas enamorados, comenzó desde su infancia, cuando ambos solían escalar los cerros y ofrecer flores a Tonatiuh, el dios del Sol. A llegar a la edad adulta Huitzilin debió cumplir sus deberes de guerrero y abandonar su pueblo para combatir.
Desgraciadamente, el joven murió en batalla. Al enterarse de esto, Xóchitl subió a una montaña y rogó a Tonatiuh que les permitiera estar juntos.
Entonces el dios del Sol lanzó un rayo sobre ella convirtiéndola en una hermosa flor de color naranja brillante.
Huitzilin, en forma de colibrí, se acercaría a besar a Xóchitl convertida en flor. Este es el origen de la flor de cempasúchitl, utilizada en la tradición prehispánica para guiar a los muertos al mundo de los vivos.


Leyenda de origen popular
Narración: Ciara, Emma y Linda
Fotografía: Rocío Cortés