Helena vive en un Rancho, sus padres, Dulce y Raúl, la aman como nadie ha amado jamás y sus abuelos y tíos la consienten sin medida. Su mejor amiga es Micha, la gata que habita la casa desde antes que ella naciera.
Helena
vive un sinfín de aventuras dentro del Rancho: visita a los patos, juega con
los perros, persigue mariposas, trepa árboles y hace travesuras con Micha.
Una
mañana cualquiera, jugaba con su amiga Micha, cuando esta le dijo: - ¡Helena!,
mira, tras la lavanda está escondido un tigre-, - ¡¿qué?! Un tigre detrás de la
lavanda, no es verdad, me engañas, -, -sí, ahí está, ¿no lo ves?, ¡vamos
Helena!, tienes que verlo, anda, salgamos a saludarlo-, - ¡espera!, me da
miedo-, -no tengas miedo, yo te protejo. Y sin decir más, salieron a encontrar
al pequeño tigre que permanecía escondido tras la lavanda.
-No lo veo, Micha, ya ¡deja de jugar!, me
estás haciendo enojar-. Helena no veía al pequeño tigre porque este ya había
trepado a la punta de la enorme magnolia que adorna el patio de su casa.
-¡Ahí
está!, ¡míralo!-, dijo eufórica Micha, al tiempo que emprendía el salto rumbo a
la punta de la magnolia, salto que Helena detuvo jalando fuerte la pata derecha
de su amiga. Cuando Helena descubrió al tigre, se quedó un momento en silencio,
observando, jamás había visto un animal de esta especie, no sabía qué decir,
estaba paralizada. -¡Está hermoso!-, fueron las primeras palabras que salieron
de sus labios, al tiempo que abría aún más los ojos llenos de sorpresa y
alegría.
Mientras
Helena permanecía asombrada, Micha trató de convencer al tigre de bajar: -ven
amigo, qué haces allá arriba solito, baja aquí con nosotras.
Después
de un rato de espera el tigre bajó cauteloso, con mucho miedo.
-¿Cómo
te llamas?-, preguntó Helena, -Chuchuluco-, respondió temeroso el tigre, -¿Cómo
llegaste aquí?-, preguntó Micha, -no sé, sólo recuerdo que un día salí de mi
casa, caminé sin rumbo y me perdí, caminé y caminé por tierras desiertas hasta
que llegué a este lugar-, respondió Chuchuluco. -¡Pobrecito!, dijo en tono
triste Helena.
Helena
y Micha escucharon atentas la historia de Chuchuluco.
Estaba
perdido, salió de su casa y no sabía dónde vivía su familia ni cómo regresar.
Los tres se abrazaron en silencio, hasta que se escuchó la voz animosa de
Helena: - ¡Te quedarás a vivir con nosotras!-, y jalándolo de una pata lo llevó
a recorrer el Rancho. A Chuchuluco todo le pareció hermoso, conoció a los papás
y a los abuelos de Helena, a los perros, a los patos, se quedó admirado con la
cascada, con las plantas, con los volcanes, se sintió muy feliz, el Rancho
ahora era su casa.
Desde
ese momento, Helena, Micha y Chuchuluco son los mejores amigos dentro del
Rancho.
Para Helena Ortiz Cortés, con mucho
cariño
María Emma Ibáñez Mancera